Hace un tiempo decidí dar un cambio a mi estado de forma. Puesto que ya estaba cansado de que mi médico me diagnosticara, en cada revisión anual, que presentaba sobrepeso.
Lo cierto es que tenía razón, dado que pesaba cerca de 75 Kg. y eso era excesivo en función de mi índice de masa corporal.
Así pues, me puse en manos de un dietista/nutricionista y nos marcamos el objetivo de llegar a los 65 Kg., mi peso ideal.
En mi caso, seguí una combinación de dieta hiperprotaica e hipocalórica, que me permitió lograr al cabo de unos meses mi objetivo.
Por supuesto, que no estoy sugiriendo a nadie que siga ésta misma dieta. Al contrario, deberá ser tu médico o doctor quien te deba prescribir tu plan personal de reducción de peso.
Enseguida noté las consecuencias; algunas de negativas, pero muchas de positivas.
En el lado negativo, tuve que cambiar y ajustar mi vestuario, comprar camisas nuevas y ajustar pantalones y trajes. Pero, por otro lado, me sentía mucho más activo, dinámico y reconfortado.
Soy aficionado al footing, y ¿te puedes imaginar la sensación que experimentas al correr con 10 Kg. menos? Ahora ya me he acostumbrado, pero al principio parecía que volaba.
Una vez conseguido esto, queda lo más difícil: mantenerse en esos 65 Kg., evitar el “efecto rebote “y cuidar mi estado de forma.
¿Qué relación tiene todo esto de la dieta con las finanzas personales?
A mi modo de ver mucha, especialmente en lo relativo a cómo definimos nuestros objetivos y conseguimos lo que nos proponemos.
El paralelismo es total. Si en el caso de mantener tu cuerpo en forma, precisas:
- Acudir a tu dietista/nutricionista
- Definir tu objetivo
- Diseñar una dieta
- Comer menos
- Hacer ejercicio habitual
Para impulsar tu prosperidad, te recomiendo:
- Ir de la mano de un coach financiero / consejero patrimonial
- Definir tus objetivo financieros
- Trazar tu plan de actuación
- Ahorrar más y cuanto antes mejor (muy importante)
- Y por supuesto, invertir adecuadamente (sin duda, lo más determinante)
De la misma forma que es recomendable seguir unos hábitos de vida saludables (alimentación y ejercicio), también debes seguir unos hábitos financieros saludables (evitar deudas malas, control del gasto, diversificación de ingresos y sobre todo ahorro). Y a poder ser, dejándote aconsejar por un especialista en la materia.
Tanto tu cuerpo, como tu cuenta corriente, te lo agradecerán.