Warren Buffett, una de las personas más acaudaladas del planeta, y talentoso inversor, tiene una máxima: “Efectivamente, a lo largo de mi vida he invertido en multitud de empresas, pero nunca jamás he participado en ningún negocio que no entendiera”.
Todos tenemos muy presente la llamada “burbuja tecnológica” que transcurrió desde 1997 al 2001. Pues bien, Warren Buffett se vanagloria de no haber tenido ningún descalabro durante aquella locura bursátil. Él no invirtió en las denominadas empresas “.com”, simplemente porque no entendía su modelo de negocio.
Nunca llegó a comprender la valoración desorbitada de compañías, en que sus modelos de negocio se basaban en futuras visitas o cliks a determinadas páginas Web. Y que contra más grandes eran las pérdidas proyectadas, mayor era la cotización de las compañías. Vaya, todo un contrasentido.
En aquellas fechas, raro era el día en que no apareciese un nuevo portal de Internet; con nombres exotéricos, y algunos incluso divertidos. Recuerdo una firma que se hacía llamar “Yupi.com”, y con esa marca consiguió atraer a no pocos inversores.
De hecho ahora, a toro pasado, es fácil comprender que toda aquella sinrazón tenía que acabar de la forma que finalizó. Pero en aquellos momentos, en que todo el mundo hablaba del nacimiento de una “nueva economía”, la codicia por evitar quedarse fuera del nuevo paradigma, impulsó la euforia colectiva a niveles desorbitados; tal como siempre sucede en todas las burbujas financieras.
En cambio, otras personas más aferradas a sus principios inmutables del valor; y que mostraron su total incomprensión (como fue el ejemplo de Warren Buffett), intuyeron que aquello no tendría un buen final, tal como sucedió.
Corolario: Únicamente debemos invertir nuestro dinero en aquello que entendamos.
No hemos de dejarnos llevar por las modas, las corrientes o las campañas del momento; y siempre recordar que rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras.
Asimismo, a menos que seamos un experto, no es recomendable invertir en bienes exotéricos tales como: sellos, monedas, metales, piedras preciosas, bosques, obras de arte, pinturas, antigüedades, relojes, coches de época, etc. Estos ámbitos son para uso exclusivo de especialistas en la materia, y si no lo somos, mejor alejarse de ellos.
Tan importante como conocer en donde invertir, es conocerse a sí mismo. Es decir, saber ¿qué tipo de perfil inversor somos?, y ¿cuál es nuestro punto de insomnio financiero? Es decir, aquel nivel de riesgo en que nos cuesta conciliar el sueño.
Ese conocimiento nos dará tranquilidad de mente y espíritu.
Nuestro objetivo final es disfrutar de la vida, y evitar que nuestra experiencia inversora se convierta en un trauma insoportable, cono consecuencia de las caídas que puntualmente puedan acontecer en los mercados.
Así pues, mi recomendación es reforzar nuestra:
- Educación financiera: bien formándose o dejándose guiar por un experto.
- Disciplina
- Visión a largo plazo, y
- Comprensión mínima del destino de nuestras inversiones.
Y aplicando todo esto, experimentos los justos. Tal como acostumbra a decir Warren Buffett, la prosperidad viene de invertir bien en negocios “aburridos”.
En caso de dudar ante una inversión, es mejor dejarla pasar. Es preferible equivocarse en el lado de la seguridad. Ya vendrán otras oportunidades.
Y sobre todo: no fiase cuando nos ofrezcan algo que parece demasiado bueno para ser verdad. Seguramente no lo es.