¿Cuántos tipos de deudas existen?
En términos generales podemos distinguir dos clases: la deuda buena y la deuda mala.
Al principio puede sonar extraño, y tengamos inclinación a pensar que todo tipo de deuda, por definición, es mala.
O quizás sea al contrario, hay personas que crean que la deuda siempre es buena cosa. Puesto que sus necesidades de financiación son tan elevadas, que cuando el banco les concede un crédito o les amplía el límite de su tarjeta, piensan que es como una bendición caída del cielo.
Lo cierto es que, de forma similar a como pasa con el colesterol, podemos diferenciar entre deuda buena y deuda mala.
¿Cuál es la distinción entre una y otra? Lo explico mediante algunos ejemplos.
El supuesto típico es cuando adquirimos un inmueble con finalidad de inversión mediante un préstamo hipotecario, con la idea de alquilarlo y obtener así una renta. De forma y manera que los ingresos que generamos por el alquiler los destinamos a pagar los recibos de la hipoteca.
Otro ejemplo sería, el caso de un profesional liberal o empresario, cuando solicita dinero prestado para financiar sus proyectos de inversión (maquinaria, instalaciones, vehículos,…). De tal manera, que la devolución de la deuda se realizará mediante los ingresos propios derivados del negocio que ha montado, gracias en parte, a la deuda.
¿Quién paga la deuda?
De alguna forma podemos decir, que la deuda buena no la pagamos nosotros, la pagan indirectamente nuestros inquilinos y/o clientes que compran nuestros productos y servicios.
Por el contrario, la deuda mala es aquella consecuencia de pedir prestado para financiar gasto de consumo (viajes, coches,…, caprichos en general). De forma que la devolución de esta deuda la realiza uno mismo, comprometiendo sus ingresos futuros que espera obtener fruto de su trabajo, y por lo tanto su devolución es más incierta.
Ciertamente, es una grandísima diferencia: podríamos decir que la deuda buena se paga sola. La deuda mala, efectivamente, la soporta uno mismo.
La deuda buena es óptima, puesto que nos enriquece (es la deuda de los ricos). La deuda mala es pésima, ya que empobrece y esclaviza.
Pero ¡ojo! ¿La deuda buena, es buena siempre?
La deuda buena lo es, en tanto en cuanto no se abuse de ella. Es una palanca potente y sofisticada, que si se utiliza con mesura es buenísima.
El apalancamiento financiero, como todo en la vida, tiene sus límites; y la virtud está en el equilibrio, en el término medio.
Y si vulneramos ese equilibrio, más allá de lo razonable, la deuda buena se descompone, pierde sus propiedades; convirtiéndose en insostenible e insoportable.
Tenemos que ser conscientes de esos límites, y no confiar en que las entidades financieras lo controlen por nosotros. La historia está repleta de casos, en que los bancos, de forma consciente o inconscientemente, han hecho un flaco favor a los prestatarios, llegando incluso a provocar su ruina.
Tal como sabemos, la principal fuente de ingresos de los bancos proviene del crédito, en forma de intereses y comisiones para ellos. Y lógicamente su propósito es ganar dinero con los prestatarios.
Esa es la razón por la cual, tienen tanto interés en prestar su dinero, y a cuanto a mayor plazo mejor.
En conclusión, debemos mantenernos a raya con las deudas. En especial, alejarnos de las deudas malas y caras (consumo). En caso de que te endeudes, que sea con deuda buena (inversión), y siempre de forma controlada.