La figura del ahorrador es una etapa incipiente que hay que superar de inmediato, tan pronto la suma del ahorro disponible sea mínimamente consistente.
¿Es suficiente con ahorrar?
Con ahorrar no es suficiente; si de verdad queremos llegar lejos, si o si, tenemos que invertir.
Y fíjate bien que hablo de invertir, no de especular. Eso de la especulación o hacer “trading” es otra cosa, algo más parecido a apostar, y que en algunos casos puede desembocar incluso en ludopatía.
Lo cierto es que el ahorro en la actualidad prácticamente no está retribuido, y la inflación va mermando nuestra capacidad adquisitiva con el transcurso del tiempo. Por lo tanto, invertir se erige en una necesidad.
¿Por qué es necesario invertir?
Todo el mundo está de acuerdo que el ahorro necesariamente tiene que dar sus frutos. Y la única forma es haciendo que el dinero trabaje duro para ti; antes y después de tu retiro o jubilación.
¿Cómo? Invirtiéndolo sabiamente, y echando mano de:
- La diversificación: no poner todos los huevos en la misma cesta
- La capitalización compuesta: acumular los intereses al capital y hacerlos crecer exponencialmente, y
- El tiempo: mantener una visión a largo plazo. Sí, sí, sobre todo el tiempo.
Estos tres elementos serán siempre tus aliados.
Pero como sabes, pocas cosas hay gratis en esta vida; y poca gente está dispuesta a dar algo a cambio de nada.
La única forma de conseguir un plus de rentabilidad, es siempre asumiendo algo más de riesgo (es decir, probabilidad de perder). Y para eso, se deberá estar preparado.
Por supuesto que a nadie le gusta perder. Yo no conozco a ninguna persona que invierta con esa intención. Todo el mundo lo hace con vocación de ganar, pero siempre se debe ser consciente de que ocurra la posibilidad contraria en el corto plazo.
Difícilmente se explicitarán pérdidas si la vocación inversora es a largo plazo.
Como siempre digo: en la vida, como en las inversiones, debemos esperar lo mejor, pero estar preparados para lo peor.
En primer lugar, es importante conocerse a uno mismo y saber cuál es nuestro grado de propensión al riesgo. ¿Qué tipo de persona somos ante el riesgo?
Frente el binomio “rentabilidad/riesgo”, ¿somos más bien de perfil conservador, moderado, o quizás algo más decidido?
Existen metodologías específicas para calificar el perfil de riesgo de las personas, y así determinar el grado de propensión al riesgo. Aunque posiblemente ya tengamos una idea aproximada de nuestra orientación personal, siempre es preferible contar con el apoyo de un experto en la materia, quien nos ayudará a discernir.
Y sobre todo a determinar cuál es nuestro “sleeping point”, es decir, aquel nivel a partir del cual hace acto de presencia nuestro “insomnio financiero”.
Me entenderán perfectamente aquellas personas que, alguna vez, no han podido pegar ojo por la noche pensando en cuándo se recuperará su inversión.
Así pues para ser inversor necesitaremos tener algo de “temple”, y capacidad de soportar adversidades derivadas de las inversiones.
Esta característica es algo inherente al desarrollo de la actividad. Y si no se dispone, mejor dedicarse a otra cosa. Es como aquella persona que quiere ser médico, y se desmaya cuando ve fluir sangre. Vaya…, que no puede ser.
No obstante, mi experiencia me dice que a medida que las personas disponen de más y mejor educación financiera, ostentan mayor capacidad de asunción de riesgo. Y esto sí que es muy importante. Es transcendental.
Ya que el conocimiento financiero acerca de los conceptos de rentabilidad, riesgo y liquidez, nos posibilita para aprovechar mejor aquellas oportunidades que se puedan presentar.
Así pues, la propensión al riesgo es una cuestión totalmente subjetiva, depende del perfil psicológico de cada persona; así como de su ciclo vital, objetivos financieros y horizonte temporal.
En este sentido, un joven emprendedor seguramente tendrá la misma propensión y preferencia al riesgo que una persona cercana a su edad de jubilación.
Es lógico, y por lo tanto, los criterios de inversión deberán ser también diferentes. Porque los objetivos y horizonte temporal, también son distintos.
En consecuencia, invierte según tu capacidad de asunción de riesgo, tu ciclo vital, objetivos financieros y horizonte temporal. Y que nada, ni nadie, te quite tu sueño.
Si todavía no te has decidido, da el paso ya, ¡no lo aplaces! Apunta lejos, apunta hacia la luna; aún cuando falles, aterrizarás entre las estrellas.